En una charla en la que participé el pasado agosto junto con otras personas que se preocupan de lo que está pasando con nuestra niñez, tuve la oportunidad de conocer al Sr. Francesco Tonucci junto con otros expositores. Dentro de los puntos que me inspiraron más fue que cualquier ciudad que tenga niños jugando afuera, es una ciudad que es buena para todos. Si los miembros más vulnerables de la sociedad pueden estar seguros en la calle, también van a estar seguros todos los demás miembros de la sociedad. Es por esto que a la hora de tomar decisiones sobre nuestras comunidades se debería oír la opinión de los niños. Ellos también deben estar involucrados y dar su punto de vista sobre lo que se necesita en su entorno. Este tipo de consulta ayudará a que toda la comunidad sea un lugar mejor en el cual vivir. Los parques se les deben de devolver a los niños como espacios seguros para que los niños jueguen y compartan. Es importante que todos en la comunidad se unan y juntos logren que su comunidad sea más segura. La ciudad debe ser vista como un lugar en donde está la gente, no los carros. Debe ser un lugar vivo que sirve para el esparcimiento de las personas y de expresiones artísticas. Debemos lograr que los políticos vean las ciudades como un lugar que se debe de rescatar de la violencia, asaltos y suciedad. Deben ser lugares que inviten a las personas a estar ahí. Por eso debemos tener una participación más activa en la política, involucrarnos con la municipalidad y estar presentes en las tomas de decisiones para garantizar que realmente se esté velando por el bienestar de las personas.
Hace 30 años se empezó una campaña para concientizar a los costarricenses sobre la importancia del nuestro medio ambiente. Hoy vemos que sí es posible cambiar el pensamiento de los ciudadanos. No es imposible pensar que podemos volver a tener a nuestros niños jugando en las ciudades, caminando libremente a traer el pan como lo hicieron sus papás y abuelos años atrás. Confiemos en nuestros niños y en sus habilidades para estar en los parques y cuidarse entre sí. Permitamos que ellos tengan una infancia llena de experiencias ricas y aventuras en los árboles y en contacto con diferentes insectos. Volvamos a vivir conociendo a nuestros vecinos y cuidando los unos de los otros. No hagamos tapias más altas sino puertas abiertas a que todos puedan entran a saludar y realmente vivir en paz los unos con los otros. Atrevámonos a realmente vivir en un “País Pura Vida”.
Por Lidia Coto
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